Hacer la maleta es escribir. Cada maleta es una historia o puede que un poema, cada objeto en ella y cada objeto ausente son un verso y el siguiente. Cerrar la puerta, echar un vistazo, no sabes si el último, así que lo esquivas.
Cerrar la puerta siempre es un poema. Las llaves se retuercen en un ciclo que puedes parar, el único bucle que controlas. En ese momento no sabes si guardarlas muy bien, o tirarlas al salir donde no vuelvas a verlas, la duda es agua, y te la llevas. Te vas.
Dejar de ser un niño es desescribir. Puede ser una tragedia o un poema y cada renglón borrado una verdad, más verdad cuantas más palabras borras, cuantas más ausencias hallas.
Y sí. Lo dejaste tú. Lo abandonaste, y desertaste, y además huiste. Vas contando que lo llevas contigo y mientes, y no fue un día, fue una tarde, cuando lo enterraste bajo ese montón de papeles y disculpas que hablan de otoños manoseados y hojas desdibujadas en vientos muy vulgares.
Solo bajaste a jugar, como todas las otras tardes de verano; pero esa estabas solo. Tu balón, tu pared y tú. La calle desierta era el mundo que no te contó nadie, tampoco nadie salió cuando llamaste. Mientes otra vez; no llamaste.
El asfalto gris y blanco visto desde tan arriba en un ángulo que impide mirar de frente todo lo que antes era el mundo, los ojos de otros niños, la cintura de tu madre. Un aire que pesa debajo de ese arriba que está a tu alcance pero al que no llegas nunca aunque no dejas de avanzar.
Por eso los viajes, tus idas a volver empezaron mucho antes de cerrar la puerta. Tus calles, tus puertos, tus aviones y tus trenes, por eso tus caminos.
Lo dejaste tú, no mientas, sabes exactamente dónde y que sigue allí, con su pared y su balón, paralizado delante de un vacío de miradas y cinturas, en un mundo asfaltado que huele a nada, mientras el arriba se ha extendido hasta ser inabarcable. Una cometa sin dueño de un color que ya no sabes vuela y te distrae, desaparece.
Toca volver. El sonido de las llaves, el golpe de la puerta y tu maleta. Tirar las llaves o hacer un poema, te vas con la duda.
Y sigue escribiendo y sigue viajando y nunca olvides a ese alma de niño, que llevas dentro...Y tampoco te olvides de hacer fotografías, tan bellas como esta, que ilustra tu escrito.
ResponderEliminarBesos
Siempre hay dudas, mejor hacer un poema. Reflexivo y bello texto. Saludos a la distancia.
ResponderEliminarVaya pasada de foto Mónica, me encanta, tiene toda la esencia del deseado otoño. Las hojas volando es lo máximo.
ResponderEliminarSerán solo palabras, pero que bien las combinas...
Un abrazo, echo en falta la música!
¿Qué costará más, marchar o volver?.
ResponderEliminarEl camino de ida y de vuelta siempre estará ahí.
Tremendo post.
Besos.
Para ser solo palabras combinan de maravilla con esta preciosa foto otoñal, espero hayas disfrutado a tope ese paseo.
ResponderEliminarBesines utópicos.-
Cerrar la puerta siempre es un poema...
ResponderEliminarMagnifico. Sencillamente es así, las puertas esconden todo lo que describes. Deseas salir irte con la maleta, pero también todo lo contrario, volver aa la seguridad de sus muros. Me encanta, siempre termina aflorando tu exquisita sensibilidad😘
Volver ... Así es, mejor no cerrar del todo la puerta, que a veces nos cuesta marchar y también volver.
ResponderEliminarTexto e imagen especiales amiga.
Buen martes Moni.
Un abrazo
Dicen que uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida. A donde fuimos felices.
ResponderEliminarMaravilloso, me ha encantado, aunque dejar de ser un niño para mi ya es más tragedia que poema, que este año he hecho cincuentaaaa!!!!! Moni un fuerte abrazo desde el Mar!!!
ResponderEliminarLas puertas entreabiertas, me gustan así... de este modo tienes la certeza de volver a dejar la maleta y rehacer un nuevo viaje .
ResponderEliminarMe encanta tu escrito, lleno de encanto y sensibilidad.
Abrazos Moni