"Me callé. Siempre me han confundido las palabras: sagrado, glorioso, sacrificio, y la expresión "en vano". Las habíamos oído de pie, a veces, bajo la lluvia, casi más allá del alcance del oído, cuando sólo nos llegaban las palabras gritadas. Las habíamos leído en las proclamas que los que pegaban carteles fijaban desde hacía mucho tiempo sobre otras proclamas. No había visto nada sagrado, y lo que llamábamos glorioso no tenía gloria, y los sacrificios recordaban los mataderos de Chicago con la diferencia de que la carne sólo servía para ser enterrada. Había muchas palabras que no se podían tolerar, y a fin de cuentas, sólo los hombres de las localidades habían conservado cierta dignidad. Pasaba lo mismo con algunos números y algunas fechas. Los nombres de las localidades era lo único que aún parecía tener algún significado. Las palabras abstractas como gloria, honor, valentía o santidad eran indecentes, comparadas con los nombres concretos del los pueblos, con los números de las carreteras, con los nombres de los ríos, con los números de los regimientos, con las fechas. "
Adiós a las armas
E. Hemingway